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En estos inicios de la Taberna del Dragón ha sido Iarêth la que más se ha dedicado a desvelar a los cuatro vientos algunas de las recetas de nuestra humilde posada. No me parece mal, que conste... ya que muchas de ellas salen de su preciado libro, el Cocinomicón.
Hemos hablado de Fallout, de cuentos, de pociones... yo voy a hablar de una de las sagas de libros a las que más cariño les tengo. Una que comienza en una posada y la reunión de 6 amigos que hacía unos años que no se veían... a partir de ahí se gesta una historia que, como 'El señor de los anillos', se llena de épica, magia, traiciones... y dragones. Hablo de las Crónicas de la Dragonlance. Imagino que muchos lo habréis leido... pero os voy a dejar el inicio de la historia...
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La portada mítica. |
EL RETORNO DE LOS DRAGONES
Tika Waylan se irguió, suspiró y
estiró los brazos para relajar sus entumecidos músculos. Lanzó el trapo grasiento en el
cubo del agua y contempló la habitación vacía. Cada día era más difícil mantener
la antigua posada. La vieja madera estaba impregnada de amor, pero ni el amor ni la
resina conseguían ocultar las grietas y sajaduras de las mesas, o evitar que algún
cliente se sentara sobre alguna silla astillada. «El Ultimo Hogar» no era una posada lujosa,
comparada con algunas de Haven de las que Tika había oído hablar, pero era
confortable. El árbol sobre el que había sido edificada la abrazaba amorosamente con sus viejos
brazos, y las paredes y enseres habían sido construidos sobre las ramas del árbol tan
cuidadosamente, que era imposible determinar dónde acababa el trabajo de la naturaleza y
dónde empezaba el del hombre. El bar ondeaba como una bruñida ola sobre la madera
que lo sostenía. Las vidrieras de las ventanas proyectaban en la habitación cálidos rayos de
brillantes colores.
A medida que se acercaba la noche
las sombras iban menguando. En «El Ultimo Hogar» pronto empezarían a
trabajar. Tika miró a su alrededor y sonrió satisfecha; las mesas estaban limpias y resplandecientes,
sólo le faltaba barrer el suelo. Cuando comenzaba a apartar a un lado los pesados
bancos de madera, Otik salió de la cocina envuelto en una fragante nube de vapor.
-Será una jornada de mucho
trabajo -dijo apretujando su robusto cuerpo para pasar detrás de la barra. Silbando
alegremente, comenzó a colocar las jarras.
-Preferiría menos trabajo y una
noche más cálida -dijo Tika arrastrando un banco-. ¡Anoche trabajé como una loca y
nadie me lo agradeció y además recibí pocas propinas! ¡Qué gente tan tenebrosa! Todo el
mundo estaba nervioso, saltaban ante el más mínimo ruido. Se me cayó una jarra a
suelo y juro que Retark desenvainó la espada!
¡Buf! -resopló Otik-. Retark es
uno de los Guardias Buscadores de Solace y ésos siempre están nerviosos. Tú
también lo estarías si tuvieses que trabajar para Hederick, ese fanát...
-Cuidado -le aconsejó Tika.
Otik se encogió de hombros.
-A menos que el sumo Teócrata
pueda llegar aquí volando, no estará escuchándonos. Oiría el sonido de sus pisadas en
la escalera antes de que él pudiera oírme a mí. -No obstante, Tika notó que
continuaba en un tono mucho más bajo. Los habitantes de solace no aguantarán mucho más, recuerda
lo que te digo. Continúan desapareciendo personas, no sabemos adónde las llevan. Son
tiempos difíciles. -Movió la cabeza de un lado a otro y luego su rostro se iluminó-. Pero
son buenos tiempos para los negocios.
-Hasta que nos cierren el local
-dijo Tika apesadumbrada. Agarrando la escoba, comenzó a barrer con energía.
-Hasta los teócratas necesitan
llenar sus estómagos y lavar sus irritadas gargantas. Debe dar una sed tremenda arengar
continuamente a la gente sobre los Nuevos Dioses; por eso el Sumo Teócrata viene
aquí cada noche.
Tika dejó de barrer y se apoyó
sobre la barra.
-Otik, también se escuchan otras conversaciones, se habla de guerra, de ejércitos
agrupados en el norte. Y además hay esos extraños hombres encapuchados que
pululan por la ciudad con el Sumo Teócrata haciendo preguntas.
Otik miró con orgullo a la chica
de diecinueve años y alargando la mano le dio unos golpecitos en la mejilla. Había
sido como un padre para ella desde que el verdadero había desaparecido misteriosamente.
Acarició sus rizos pelirrojos.
-Guerra. ¡Puf! -dijo
despreciativamente-. Se viene hablando de guerra desde el Cataclismo. Es pura cháchara. Puede que sea
una historia inventada por el Teócrata para mantener a la gente en su sitio.
-No lo sé -Tika frunció el
ceño--. Creo... La puerta se abrió.
Tika y Otik se giraron alarmados.
No habían oído los pasos en las escaleras y ¡eso era muy extraño! La posada estaba
construida en la parte más alta de un inmenso vallenwood, como todos los edificios de
Solace, excepto la herrería. Los habitantes habían decidido ocupar los árboles
durante el terrorífico caos que siguió al Cataclismo. Por tanto Solace se convirtió en una ciudad
sobre los árboles, una de las pocas maravillas que quedaban en Krynn. Las casas y los
comercios estaban encaramados a muchos metros del suelo y se comunicaban a través
de firmes puentes de madera. Ahí arriba, unas quinientas personas compartían sus vidas. El
más grande de los edificios de Solace era «El Ultimo Hogar», a cuarenta pies del
suelo. La escalera rodeaba el nudoso tronco del viejo vallenwood.
Tal como Otik había dicho, podía
oírse a cualquier visitante de la posada mucho antes de que entrase por la
puerta.
Pero ni Tika ni Otik habían oído
al anciano. Apoyándose sobre un viejo bastón de roble y deteniéndose en la
puerta, el anciano miró a su alrededor. Sobre la cabeza llevaba la harapienta capucha de su
gastada túnica, por lo que las sombras oscurecían los rasgos de su cara a excepción de sus
brillantes ojos de halcón.
-¿Puedo hacer algo por usted?
-preguntó Tika al forastero mientras intercambiaba con Otik una inquieta mirada.
¿Sería un espía de los Buscadores?
-¿Eh? -El hombre parpadeó-. ¿Está
abierto? -Bueno... -titubeó Tika.
-Por supuesto -dijo Otik con su
amplia sonrisa-. Entre, Barbagris. Tika, acércale una silla a nuestro huésped. Debe
sentirse cansado después de tan larga escalada.
-¿Escalada? -Rascándose la
cabeza, el anciano observó el portal y luego miró abajo, hacia el suelo-. ¡Ah, sí,
escalada! Un montón de escaleras... -Caminó cojeando hacia el interior y le dio a Tika un
golpecillo juguetón con el bastón-. Sigue con tu trabajo, chica, ya me ocuparé yo de encontrar una
silla.
Tika se encogió de hombros, tomó
la escoba y comenzó a barrer sin perder de vista al recién llegado.
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Aquí Tanis, Goldmoon y Sturm! |
Mientras sus ojos recorrían la
habitación, murmuraba para sí frases de aprobación. Entonces, ante la sorpresa de
Tika, tiró su bastón, se arremangó la túnica y ¡comenzó a redistribuir los muebles!
.../...
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Pues a lo que iba... creo que este plato es ideal para recibir a unos amigos en casa y celebrar una agradable reunión.
Spaghetti a la Melanzanesa.
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Rico, rico! |
- 60g de Spaghetti (o cualquier pasta que te apetezca, preferiblemente pasta larga)
- 125g de carne picada (la que prefieras, vacuno, cerdo, pollo, mixta...)
- Cebolla.
- 1/2 berenjena de tamaño mediano.
- Queso tipo filadelfia.
- Leche.
- Chile o guindillas frescas.
- Nuez moscada.
- Vino blanco.
- Ajo.
- Albahaca fresca.
- Queso emmental.
- Pimienta, sal, aceite de oliva.
Preparación
Como podéis ver, hay ingredientes de los que no he puesto cantidad, ya que la dejo un poco a vuestro gusto o cantidad de comensales que vayan a disfrutar de este plato.
Lo primero que podéis hacer es poner agua abundante en una olla para cocer la pasta y la dejáis hasta que llegue a ebullición.
Picáis el ajo y la cebolla y lo rehogáis en una sartén con un par de cucharadas de aceite caliente. Cuando han cogido un poco de color añadís la carne picada y la vais haciendo de manera que quede sueltecita y sin pegotes gordos.
Mientras tanto, laváis bien las berenjenas y las troceáis a dados de un par de centímetros, más o menos. Lo importante es que sean de un tamaño homogéneo para que se cuezan en el mismo tiempo. Las ponéis en otra cacerola y echáis un poco de agua. No tienen que cubrirse del todo... con un centímetro de profundidad será suficiente. Más o menos deberían estar cociendo unos 5 minutos.
Volvemos a la carne. Le echáis un poco de sal y pimienta a gusto así como el chile o guindilla picado. Le dais unas vueltas y agregáis vino blanco y lo dejáis reducir (nosotros le pusimos un poco de manzanilla, que le da un toque muy original... pero cada uno según lo que tenga o apetezca).
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Así pongo yo la pasta larga. |
Tras este inciso, volvemos con la berenjena: en la misma olla que está, le añadís sal trituráis con el minipimer hasta hacer un puré. Echáis, cantidad al gusto, el queso crema y seguimos mezclando con la batidora. Si vemos que está muy espesa, entonces le vais agregando leche poco a poco hasta conseguir una consistencia de salsa espesa.
Ya sólo falta echar la crema en la sartén donde se está haciendo la carne y mezclar bien. Comprobáis cómo está de sal y lo dejáis hacer 'chup-chup' un par de minutos.
Para emplatar, echáis la pasta escurrida en la sartén y mezcláis todo, de manera que quede bien mezclado. Lo repartís en los platos y decoráis con un poco de queso emmental (o del que queráis) rallado y unas hojitas de albahaca fresca (si es de hoja grande, la podéis picar).
El siguiente punto es disfrutar de la reunión regando la comida con un buen vino al gusto... y una buena conversación entre amigos!
Ezelmor.
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