viernes, 20 de junio de 2014

Una comida entre amigos...

¡Saludos!

En estos inicios de la Taberna del Dragón ha sido Iarêth la que más se ha dedicado a desvelar a los cuatro vientos algunas de las recetas de nuestra humilde posada. No me parece mal, que conste... ya que muchas de ellas salen de su preciado libro, el Cocinomicón.
Hemos hablado de Fallout, de cuentos, de pociones... yo voy a hablar de una de las sagas de libros a las que más cariño les tengo. Una que comienza en una posada y la reunión de 6 amigos que hacía unos años que no se veían... a partir de ahí se gesta una historia que, como 'El señor de los anillos', se llena de épica, magia, traiciones... y dragones. Hablo de las Crónicas de la Dragonlance. Imagino que muchos lo habréis leido... pero os voy a dejar el inicio de la historia...
La portada mítica.
EL RETORNO DE LOS DRAGONES

Tika Waylan se irguió, suspiró y estiró los brazos para relajar sus entumecidos músculos. Lanzó el trapo grasiento en el cubo del agua y contempló la habitación vacía. Cada día era más difícil mantener la antigua posada. La vieja madera estaba impregnada de amor, pero ni el amor ni la resina conseguían ocultar las grietas y sajaduras de las mesas, o evitar que algún cliente se sentara sobre alguna silla astillada. «El Ultimo Hogar» no era una posada lujosa, comparada con algunas de Haven de las que Tika había oído hablar, pero era confortable. El árbol sobre el que había sido edificada la abrazaba amorosamente con sus viejos brazos, y las paredes y enseres habían sido construidos sobre las ramas del árbol tan cuidadosamente, que era imposible determinar dónde acababa el trabajo de la naturaleza y dónde empezaba el del hombre. El bar ondeaba como una bruñida ola sobre la madera que lo sostenía. Las vidrieras de las ventanas proyectaban en la habitación cálidos rayos de brillantes colores.
A medida que se acercaba la noche las sombras iban menguando. En «El Ultimo Hogar» pronto empezarían a trabajar. Tika miró a su alrededor y sonrió satisfecha; las mesas estaban limpias y resplandecientes, sólo le faltaba barrer el suelo. Cuando comenzaba a apartar a un lado los pesados bancos de madera, Otik salió de la cocina envuelto en una fragante nube de vapor.
-Será una jornada de mucho trabajo -dijo apretujando su robusto cuerpo para pasar detrás de la barra. Silbando alegremente, comenzó a colocar las jarras.
-Preferiría menos trabajo y una noche más cálida -dijo Tika arrastrando un banco-. ¡Anoche trabajé como una loca y nadie me lo agradeció y además recibí pocas propinas! ¡Qué gente tan tenebrosa! Todo el mundo estaba nervioso, saltaban ante el más mínimo ruido. Se me cayó una jarra a suelo y juro que Retark desenvainó la espada!
¡Buf! -resopló Otik-. Retark es uno de los Guardias Buscadores de Solace y ésos siempre están nerviosos. Tú también lo estarías si tuvieses que trabajar para Hederick, ese fanát...
-Cuidado -le aconsejó Tika.
Otik se encogió de hombros.
-A menos que el sumo Teócrata pueda llegar aquí volando, no estará escuchándonos. Oiría el sonido de sus pisadas en la escalera antes de que él pudiera oírme a mí. -No obstante, Tika notó que continuaba en un tono mucho más bajo. Los habitantes de solace no aguantarán mucho más, recuerda lo que te digo. Continúan desapareciendo personas, no sabemos adónde las llevan. Son tiempos difíciles. -Movió la cabeza de un lado a otro y luego su rostro se iluminó-. Pero son buenos tiempos para los negocios.
-Hasta que nos cierren el local -dijo Tika apesadumbrada. Agarrando la escoba, comenzó a barrer con energía.
-Hasta los teócratas necesitan llenar sus estómagos y lavar sus irritadas gargantas. Debe dar una sed tremenda arengar continuamente a la gente sobre los Nuevos Dioses; por eso el Sumo Teócrata viene aquí cada noche.
Tika dejó de barrer y se apoyó sobre la barra. 
-Otik, también se escuchan otras conversaciones, se habla de guerra, de ejércitos agrupados en el norte. Y además hay esos extraños hombres encapuchados que pululan por la ciudad con el Sumo Teócrata haciendo preguntas.
Otik miró con orgullo a la chica de diecinueve años y alargando la mano le dio unos golpecitos en la mejilla. Había sido como un padre para ella desde que el verdadero había desaparecido misteriosamente. Acarició sus rizos pelirrojos.
-Guerra. ¡Puf! -dijo despreciativamente-. Se viene hablando de guerra desde el Cataclismo. Es pura cháchara. Puede que sea una historia inventada por el Teócrata para mantener a la gente en su sitio.
-No lo sé -Tika frunció el ceño--. Creo... La puerta se abrió.
Tika y Otik se giraron alarmados. No habían oído los pasos en las escaleras y ¡eso era muy extraño! La posada estaba construida en la parte más alta de un inmenso vallenwood, como todos los edificios de Solace, excepto la herrería. Los habitantes habían decidido ocupar los árboles durante el terrorífico caos que siguió al Cataclismo. Por tanto Solace se convirtió en una ciudad sobre los árboles, una de las pocas maravillas que quedaban en Krynn. Las casas y los comercios estaban encaramados a muchos metros del suelo y se comunicaban a través de firmes puentes de madera. Ahí arriba, unas quinientas personas compartían sus vidas. El más grande de los edificios de Solace era «El Ultimo Hogar», a cuarenta pies del suelo. La escalera rodeaba el nudoso tronco del viejo vallenwood.
Tal como Otik había dicho, podía oírse a cualquier visitante de la posada mucho antes de que entrase por la puerta.
Pero ni Tika ni Otik habían oído al anciano. Apoyándose sobre un viejo bastón de roble y deteniéndose en la puerta, el anciano miró a su alrededor. Sobre la cabeza llevaba la harapienta capucha de su gastada túnica, por lo que las sombras oscurecían los rasgos de su cara a excepción de sus brillantes ojos de halcón.
-¿Puedo hacer algo por usted? -preguntó Tika al forastero mientras intercambiaba con Otik una inquieta mirada. ¿Sería un espía de los Buscadores?
-¿Eh? -El hombre parpadeó-. ¿Está abierto? -Bueno... -titubeó Tika.
-Por supuesto -dijo Otik con su amplia sonrisa-. Entre, Barbagris. Tika, acércale una silla a nuestro huésped. Debe sentirse cansado después de tan larga escalada.
-¿Escalada? -Rascándose la cabeza, el anciano observó el portal y luego miró abajo, hacia el suelo-. ¡Ah, sí, escalada! Un montón de escaleras... -Caminó cojeando hacia el interior y le dio a Tika un golpecillo juguetón con el bastón-. Sigue con tu trabajo, chica, ya me ocuparé yo de encontrar una silla.
Tika se encogió de hombros, tomó la escoba y comenzó a barrer sin perder de vista al recién llegado.
Aquí Tanis, Goldmoon y Sturm!
Este, de pie en el centro de la posada, observaba a su alrededor como si se hallase estudiando la situación exacta de cada mesa y cada silla de la habitación. La sala, amplia y con forma de habichuela, se enrollaba alrededor del tronco del vallenwood. Las ramas más pequeñas del árbol sostenían el suelo y el techo. El anciano observó con particular interés la chimenea, que era la única parte de la posada hecha en piedra. Era evidente que estaba trabajada por manos de enano con la intención de que pareciese parte del árbol, enrollándose de forma natural en las ramas superiores. Cerca del hueco de la chimenea había un arcón repleto de troncos y ramas de pino traídas de las altas montañas. A ningún habitante de Solace se le ocurriría quemar la madera de sus propios árboles. Detrás de la cocina había otra salida; era un hueco de unos cuarenta pies, que algunos de los clientes de Otik consideraban muy práctica.
Mientras sus ojos recorrían la habitación, murmuraba para sí frases de aprobación. Entonces, ante la sorpresa de Tika, tiró su bastón, se arremangó la túnica y ¡comenzó a redistribuir los muebles! 
.../...
'El último hogar', la quintaesencia de las posadas, ampliamente imitada en otros relatos. ¡Ojalá la Taberna del Dragón acabe convirtíendose en un establecimiento similar!

Pues a lo que iba... creo que este plato es ideal para recibir a unos amigos en casa y celebrar una agradable reunión.




Spaghetti a la Melanzanesa.

Rico, rico!
Ingredientes (por persona)
- 60g de Spaghetti (o cualquier pasta que te apetezca, preferiblemente pasta larga)
- 125g de carne picada (la que prefieras, vacuno, cerdo, pollo, mixta...)
- Cebolla.
- 1/2 berenjena de tamaño mediano.
- Queso tipo filadelfia.
- Leche.
- Chile o guindillas frescas.
- Nuez moscada.
- Vino blanco.
- Ajo.
- Albahaca fresca.
- Queso emmental.
- Pimienta, sal, aceite de oliva.

Preparación
Como podéis ver, hay ingredientes de los que no he puesto cantidad, ya que la dejo un poco a vuestro gusto o cantidad de comensales que vayan a disfrutar de este plato.

Lo primero que podéis hacer es poner agua abundante en una olla para cocer la pasta y la dejáis hasta que llegue a ebullición.

Picáis el ajo y la cebolla y lo rehogáis en una sartén con un par de cucharadas de aceite caliente.  Cuando han cogido un poco de color añadís la carne picada y la vais haciendo de manera que quede sueltecita y sin pegotes gordos. 

Mientras tanto, laváis bien las berenjenas y las troceáis a dados  de un par de centímetros, más o menos. Lo importante es que sean de un tamaño homogéneo para que se cuezan en el mismo tiempo.  Las ponéis en otra cacerola y echáis un poco de agua. No tienen que cubrirse del todo... con un centímetro de profundidad será suficiente. Más o menos deberían estar cociendo unos 5 minutos.

Volvemos a la carne. Le echáis un poco de sal y pimienta a gusto así como el chile o guindilla picado. Le dais unas vueltas y agregáis vino blanco y lo dejáis reducir (nosotros le pusimos un poco de manzanilla, que le da un toque muy original... pero cada uno según lo que tenga o apetezca).


Así pongo yo la pasta larga.
¿Habéis puesto la pasta a cocer? Creo que el agua ya debe estar hirviendo, ¿no? Imagino que todos sabéis cocer pasta pero os daré unos consejos adquiridos de muchos años cociéndola. Normalmente en los paquetes pone el tiempo que consideran óptimo para su cocción, pero yo sólo lo utilizo como orientación. Lo ideal es programar un temporizador con el tiempo mínimo que pone en el envase. Cuando el agua (sin añadir aceites, sólo sal) está hirviendo, es cuando se echa la pasta. La pasta larga yo la echo poniéndola como un reloj de arena y bajándolas con una espátula haciendo movimientos circulares. Lo más importante es este primer momento: durante el primer minuto de cocción remover la pasta sin parar y así nunca se quedará pegada entre sí. Cuando haya pasado el tiempo que habíamos programado, sacamos un spaghetti y lo mordemos. Si tiene un punto blanco en medio, le falta un minutito o dos. Pasado el minuto, lo probamos otra vez y si ha desaparecido el punto, ya está. Ese es el punto ideal para la pasta. La escurrimos y le echamos un buen chorro de agua fría bajo el grifo para detener la cocción. Y... finitto.

Tras este inciso, volvemos con la berenjena: en la misma olla que está, le añadís sal trituráis con el minipimer hasta hacer un puré. Echáis, cantidad al gusto, el queso crema y seguimos mezclando con la batidora. Si vemos que está muy espesa, entonces le vais agregando leche poco a poco hasta conseguir una consistencia de salsa espesa.

Ya sólo falta echar la crema en la sartén donde se está haciendo la carne y mezclar bien. Comprobáis cómo está de sal y lo dejáis hacer 'chup-chup' un par de minutos. 

Para emplatar, echáis la pasta escurrida en la sartén y mezcláis todo, de manera que quede bien mezclado. Lo repartís en los platos y decoráis con un poco de queso emmental (o del que queráis) rallado y unas hojitas de albahaca fresca (si es de hoja grande, la podéis picar).

El siguiente punto es disfrutar de la reunión regando la comida con un buen vino al gusto... y una buena conversación entre amigos!

Ezelmor.








No hay comentarios:

Publicar un comentario